Crecientes sectores de la humanidad, están desocupados o semi-desocupados, llegando casi a un 20 % de la población activa en nuestro país o el gobierno da limosnas para quienes no tienen trabajo. Mientras en los países a los que se consideran más avanzados socialmente se ve un paliativo en subsidios por tiempo determinado y otros intentan, la reducción de las jornadas laborales. En los menos desarrollados todo parece limitarse a elaborar cifras falsas que disimulen la desocupación creciente que delatan los barrios marginales y la mendicidad o el delito que se acentúa año a año.
Como contracara, miles de personas consumen sus horas en más de una actividad, en algunos casos para llegar a fin de mes sin sobresaltos y en otros porque el status ordena no parar, ni enfermarse. Desocupados por un lado, súper ocupados por el otro.
Unos dicen “qué voy a leer, si no tengo ni para comprar el diario”. Del otro lado se escucha: “lectura, ninguna, ni el diario alcanzo a leer por falta de tiempo”.
Quedan los niños. La escuela, “los jueguitos”, algún deporte, y sobre todo las cosas el televisor, es el que se queda con todo el tiempo libre de los infantes.
A apenas doce años y moneditas del siglo XXX, avanzamos a paso ligero hacia el analfabetismo. Porque saber escribir con cien faltas ortográficas y sin poder armar una frase coherente o leer sin puntos ni comas, es casi analfabetismo en la sociedad de la cibernética y todos los demás chiches.
Pensar, cultivar la mente, consultar al alma. Usar la racionalidad o la intuición.
Pero, antes habrá que haber leído. Sin leer, la opacidad no nos deja hacer nada; pensar, cultivar la mente, consultar al alma.
Héctor Maier Schwerdt
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